La Escuela de Toledo y la Filosofía<br /><br />El 25 de mayo de 1085 entraba Alfonso VI en Toledo previo pacto con sectores influyentes de la población musulmana, lo que hizo, felizmente, de este episodio de la Reconquista un relevo incruento en la cumbre del poder político que permitió evitar cualquier desgarro en el rico tejido sociocultural de la capital del Tajo. <br /><br />Toledo fue, a partir de ese momento, una simbiosis de las tres grandes culturas medievales (musulmana, judaica y cristiana) sin parangón en el, por lo general, intolerante Occidente cristiano. Plataforma ideal, por consiguiente, para el trasvase lingüístico y conceptual entre los tres mundos, uno de los cuales, el musulmán, era depositario además de lo esencial del patrimonio científico-filosófico legado por la antigua Grecia prebizantina. <br /><br />En efecto, en tiempos del califato omeya de Damasco (661-750), el hecho de que fuera el siríaco la principal lengua hablada en la capital, así como era el griego la lengua de los documentos escritos, permitió a los árabes cultos hacer suyo el inmenso tesoro intelectual almacenado en esas lenguas. De entre las muchas riquezas del espíritu a que tuvieron de este modo acceso ocupaban un lugar destacado la filosofía aristotélica y la neoplatónica (la segunda, de hecho, había absorbido a la primera), que eran conocidas en Siria, tanto en griego como en siríaco. Cristianos sirios fueron los que vertieron esos textos al árabe en lo que sería el primer eslabón de una de las cadenas de transmisión del pensamiento más complejas e interesantes de nuestra era. <br /><br />Con el traslado de la capitalidad del mundo islámico a Bagdad por obra de los abasíes (cambio dinástico que, como es sabido, propició la aparición en España de un califato rival en Córdoba, por obra del omeya Abderramán I) se intensificó y sistematizó este ejercicio de traducción de textos filosóficos del griego al árabe. El califa AlMamún (813833), concretamente, patrocinador del primer movimiento filosófico relativamente "laicista" de la historia del Islam, apoyó sus ideas con un programa de traducción de obras filosóficas griegas llevado a cabo en la llamada "Casa de la Sabiduría" de Bagdad. <br /><br />Esas versiones arábigas llegaron también a España (primero a la Córdoba califal y luego a los más importantes reinos de taifas, como Toledo), enriquecidas con los comentarios y desarrollos de grandes filósofos árabes como AlKindi (Bagdad, mediados del s. IX), AlFarabí (de origen turco, muerto en Damasco el 950), Ibn Sina o Avicena (persa, 980-1037, creador del primer corpus sistemático de filosofía árabe, basada en el aristotelismo neoplatónico), AlGhazali o Algazel (1058-1111, opuesto a la adopción de la filosofía griega por el Islam) y, sobre todo, Ibn Rushd o Averroes (Córdoba, 1126-1198, debelador de la postura antifilosófica de Algazel y redactor de los comentarios sobre Aristóteles más rigurosos y menos contaminados de neoplatonismo de toda la Edad Media, con influencia directa o indirecta prácticamente hasta el siglo XIX). <br /><br />Pues bien, sobre este cúmulo de saber va a actuar, desde mediados del siglo XII, la llamada "Escuela de Traductores de Toledo", nacida en gran parte por iniciativa del arzobispo de la sede toledana Ramón de Sauvetat (francés de origen), que dio facilidades a los estudiosos de la época para que pudieran acceder a los fondos bibliográficos acumulados en la ciudad (localizados para entonces, probablemente, en la biblioteca de la catedral, donde aún hoy día se encuentran infinidad de manuscritos medievales poco o nada estudiados). Pieza clave en la operación de traslación del árabe al latín fueron los eruditos judíos de la urbe, que dominaban por igual ambas lenguas. <br /><br />Creen algunos que el primer traductor extranjero que trabajó en Toledo fue el británico Adelardo de Bath (muerto hacia el 1142). Este polígrafo, aunque autor de obras filosóficas propias (Quaestiones naturales y De eodem et diverso), es conocido sobre todo por su traducción de las Tablas astronómicas de Al-Juarizmi, el sin par matemático y astrónomo de origen persa que floreció entre el 813 y el 846 en Bagdad. Si bien parece que Adelardo aprendió el árabe en Sicilia (el poema filosófico De eodem et diverso está dedicado al obispo Guillermo de Siracusa), no menos cierto es que la versión de las Tablas por él traducida está adaptada al meridiano de Córdoba, lo que apunta a una estancia suya en España o a algún tipo de contacto con sabios hispanoárabes. En cualquier caso, se sabe que las Tablas habían sido revisadas ya en árabe por el matemático y astrónomo matritense Maslama Al-Mayriti, muerto en Córdoba en 1007. <br /><br />El primer gran traductor de textos filosóficos activo en Toledo fue, sin embargo, el italiano Gerardo de Cremona (nacido en 1114), quien entre 1167 y 1175 utilizó para su trabajo los servicios de políglotas judíos y mozárabes (como el llamado Gallipus). Dejó un total de 71 traducciones del árabe al latín, entre científicas y filosóficas. De las primeras destacan los Elementos de Euclides revisados por Ishaq Ibn Hunayn y Qusta IbnLuqa. De las segundas le debemos sobre todo los principales textos de la filosofía natural de Aristóteles: Física (bajo el título latino De naturali auditu tractatus VIII) y Acerca de la generación y la corrupción (De generatione et corruptione); el pseudoaristotélico Liber de causis; textos de Alejandro de Afrodisia sobre el tiempo, sobre el conocimiento sensorial y sobre el crecimiento (Tractatus Alexandri Afrodisii de tempore et alius de sensu et alius de eo quod augmentum et incrementum fiunt in forma et non in yle; los siguientes títulos de Al-Kindi: De quinque essentiis, De somno et visione, De ratione; textos del aristotélico Al-Farabí: Distinctio Alpharabii super librum Aristotelis de naturali auditu, Liber Alpharabii de scientiis; de Ishaq Al-Israili: De elementis, De descriptione rerum et definitionibus eorum et de differentia inter descriptionem et divisionem; y del neoplatónico Temistio, comentarista de Aristóteles: paráfrasis de los Analíticos Segundos (previamente traducida del griego al árabe por Abu Bishr Matta y citada por Averroes). <br /><br />Con Juan Avendaud de España, Juan Ben David o, más propiamente, Juan Ibn Daud (judío converso que trabajó en Toledo a partir de 1130) se inicia la serie de traductores hispanos de la Escuela. Es, junto a Moshé Sefardí y Rabí Bar Hiyya de Barcelona, uno de los máximos representantes del eslabón judaico en la transmisión del pensamiento filosófico greco-árabe a Occidente. Las principales obras filosóficas por él traducidas son: De intellectu de Al-Kindi, De differentia inter animam et spiritum de Qusta IbnLuqa, De ortu scientiarum de Al-Farabí, Fons vitae de Ibn Gabirol o Avicebrón, Maqásid al-falásifa (Las intenciones de los filósofos) de Algazel y, sobre todo, el magno compendio filosófico de Avicena, texto fundamental del aristotelismo medieval y cumbre del pensamiento filosófico anterior al siglo XIII, titulado modestamente por su autor, igualmente célebre en el campo de la medicina, Kitab al-Shifá (Libro de la curación). Sólo ya por la transmisión de esta obra (sin la que sería imposible explicar la evolución de la filosofía europea a partir del siglo XIII) merece la Escuela de Traductores de Toledo un lugar de honor en la historia del pensamiento. <br /><br />Entre los traductores hispanocristianos de Toledo destaca, por último, Domingo González (Gundissalinus), que colaboró con Juan Avendaud de España entre 1130 y 1180. Desconocedor del árabe en un principio, acabó dominando esta lengua lo suficiente como para traducir él solo la Metafísica de Avicena. Aparte de los trabajos realizados en colaboración con el anterior, tradujo: Liber de scientiis, Fontes quaestionum, De intellectu, Liber exercitationis ad vitam felicitatis, de Al-Farabí; De intellectu, de Alejandro de Afrodisia; Liber de definitionibus, de Ishaq Al-Israili; y la ya mencionada Metafísica, así como el De convenientia et differentia subiectorum, de Avicena. <br /><br />La labor de estos y otros traductores que pasaron por Toledo, como Roberto de Chester (traductor del tratado de álgebra de Al-Juarizmi), fue, pues, decisiva para restaurar lo que Herder llama la "sagrada cadena" entre el pensamiento antiguo y las culturas posromanas emergentes en el Occidente de Europa, cadena rota por las turbulencias políticas, sociales y económicas de los siglos V y VI de nuestra era. <br /><br />No se trató, por supuesto, de una transmisión aséptica, sino más bien de una transformación o adaptación léxica y, sobre todo, semántica. En efecto, la ya de por sí difícil tarea de transposición terminológica en tres o más etapas (griego - siríaco - árabe - latín) debía ir acompañada de una casi imposible transposición conceptual. Imposible por los cambios producidos en la cultura tanto material como espiritual de la humanidad entre el siglo IV a.N.E. y el siglo XII N.E. Nociones como la de "substancia", fundamental en toda la historia de la filosofía a partir de Aristóteles, sufrieron transformaciones semánticas profundas derivadas, no sólo del diferente encaje en el entramado léxico de cada una de las lenguas a las que se fue vertiendo el original ousía griego, sino de los diferentes sistemas de ideas imperantes en cada pueblo y en cada época. El estudio contrastivo, sincrónico y diacrónico de ese y otros términos clave permite, por ello, hacerse una imagen altamente ilustrativa del movimiento semántico subyacente a aparentes constantes léxicas, reflejo de la evolución del pensamiento en respuesta a situaciones reales siempre nuevas. Es este otro -y no el menos importante- de los motivos por los que la Escuela de Traductores de Toledo constituye uno de los fenómenos culturales más fecundos de la historia de Europa y, probablemente, el más fecundo de la historia de España. <br />Miguel Candel<br />SdT/G-4<br />
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