Historia de la traducción
>> Elena Fernández
Otras historias de la traducción
Edgar Allan Poe
Charles Baudelaire
Julio Cortázar
Esta sección de historia de la traducción ha llegado ya a nuestros días, así es que hay que hacer con ella algo diferente. No se puede decir, sin embargo, que la historia de la traducción haya llegado a su fin, como no se puede decir, al menos por ahora, de ninguna otra historia. Así es que cuando Alberto Ballestero nos propuso escribir sobre la historia de la traducción en el sentido más amplio —éstas fueron sus palabras— me planteé varias cuestiones.
Porque en la historia de la traducción caben muchas historias. Podemos contar la historia de la traducción que aún no está escrita: la historia de la traducción hacia delante. El mundo de la traducción ha cambiado tanto (¿y cuál no?) en los últimos tiempos, que sería interesante hacer aquí conjeturas sobre el futuro de la traducción, la evolución de este apasionante campo (¿arte, oficio?) en los años futuros.
También podríamos hacer el ejercicio que propone Saramago y tratar de contar la historia de la traducción en sentido inverso, desde nuestros días hacia atrás, fuera de todo convencionalismo.
Y, puestos a olvidar todos los prejuicios, ¿por qué la historia ha de ser lineal? ¿Por qué no lanzarnos sin red y contar una historia de la traducción diferente? Puede que la historia sea una figura esférica y aún podamos sorprendernos adentrándonos en el círculo y contando una historia redonda. Y, si nos empeñamos, hasta podríamos intentar su cuadratura, e incluso más allá, descubrir que no era ni mucho menos una línea y contar, en distintos planos, una historia de la traducción con sus aristas, sus líneas paralelas, sus caras opuestas y sus elevaciones. Que nadie dijo que la historia tuviera que ser geometría plana.
Frente al papel en blanco, me pregunto qué va a ser este texto: historia de la traducción, historias de la traducción o de cuando la traducción es historia. Pero ya me estoy yendo por las ramas. Hay que escribir sobre la historia de la traducción, es verdad, en su sentido más amplio. Historia de la traducción, sí, pero cuál.
Y dejando abiertas todas las puertas para lo que pueda dar de sí esta sección en el futuro, mi primera colaboración en la Linterna la hago de la mano de mi admirado Julio Cortázar (y los que me conocen saben que no podía ser de otra manera), ahora que se cumple el vigésimo aniversario de su muerte. Y lo que voy a contaros es una reflexión de Cortázar, un convencimiento suyo que, como muchos otros, resulta extraño e inquietante.
Estaba convencido Cortázar, y así lo afirma, de que Edgar Allan Poe y Charles Baudelaire eran un mismo escritor desdoblado en dos personas. Es decir, pensaba Cortázar que Baudelaire era el doble de Poe. Y, hasta donde se pueden dar pruebas de una cosa así, algo de por sí difícil, como el propio Cortázar admitía, al hacer esta afirmación se basaba en varios aspectos de ambos escritores.
Uno de ellos fue la traducción de los cuentos de Poe que hizo Baudelaire. Decía Cortázar que esta traducción era «un tour de force extraordinario, ya que [Baudelaire] no era nada fuerte en inglés y en la época no había diccionarios con modismos norteamericanos».
Aunque esto pueda escapársele a quien no sea traductor, cualquier traductor sabe a qué se refiere. Cortázar era traductor y sabía de qué estaba hablando. El propio Baudelaire llegó a afirmar que hizo estas traducciones tan pacientemente porque Poe se le parecía y dijo: «La primera vez que abrí un libro suyo vi, con espanto y arrebato, no tan sólo temas que yo había soñado, sino FRASES pensadas por mí y escritas por mí veinte años antes». Hasta el punto de que Baudelaire incluso fue acusado de plagio en sus primeras publicaciones.
Sin entrar en un análisis a fondo del plagio (o si las ideas existen en un plano independiente), que nos daría para varios artículos, aunque más de tema filosófico y metafísico que traductoril, lo dicho hasta ahora ya resulta bastante interesante desde el punto de vista de la traducción. Y, sobre las traducciones, llegaba aún más lejos Cortázar, que decía: «Sin embargo Baudelaire, con una intuición maravillosa, jamás falla. Incluso cuando se equivoca en el sentido literal, acierta en el sentido intuitivo; hay como un contacto telepático por encima y por debajo del idioma.»
A estas afirmaciones sobre las traducciones hechas desde el punto de vista de un traductor, Cortázar añade otras basadas en distintos aspectos: la cercanía en el tiempo, la similitud en sus vidas, las mismas obsesiones como escritores, la misma perfección poética e incluso un cierto parecido físico.
Dejando aparte todo esto, resulta llamativo que el propio Cortázar, quien, a diferencia de Baudelaire, sí era traductor conocido y reconocido, de formación y de profesión, gran conocedor de la lengua inglesa (y también de la francesa), afirme que para sus propias traducciones de Poe se sirvió de las de Baudelaire cuando el verdadero sentido del inglés se le escapaba.
Así es que dejo aquí una puerta abierta, de las que siempre nos abre Cortázar, y sirva esta (otra) historia de la traducción, en este número de la Linterna, como pequeño homenaje al maestro.
BIBLIOGRAFÍA
Ernesto González Bermejo, Conversaciones con Cortázar (Fragmentos) http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/cortaz4.htm
>> Elena Fernández
Otras historias de la traducción
Edgar Allan Poe
Charles Baudelaire
Julio Cortázar
Esta sección de historia de la traducción ha llegado ya a nuestros días, así es que hay que hacer con ella algo diferente. No se puede decir, sin embargo, que la historia de la traducción haya llegado a su fin, como no se puede decir, al menos por ahora, de ninguna otra historia. Así es que cuando Alberto Ballestero nos propuso escribir sobre la historia de la traducción en el sentido más amplio —éstas fueron sus palabras— me planteé varias cuestiones.
Porque en la historia de la traducción caben muchas historias. Podemos contar la historia de la traducción que aún no está escrita: la historia de la traducción hacia delante. El mundo de la traducción ha cambiado tanto (¿y cuál no?) en los últimos tiempos, que sería interesante hacer aquí conjeturas sobre el futuro de la traducción, la evolución de este apasionante campo (¿arte, oficio?) en los años futuros.
También podríamos hacer el ejercicio que propone Saramago y tratar de contar la historia de la traducción en sentido inverso, desde nuestros días hacia atrás, fuera de todo convencionalismo.
Y, puestos a olvidar todos los prejuicios, ¿por qué la historia ha de ser lineal? ¿Por qué no lanzarnos sin red y contar una historia de la traducción diferente? Puede que la historia sea una figura esférica y aún podamos sorprendernos adentrándonos en el círculo y contando una historia redonda. Y, si nos empeñamos, hasta podríamos intentar su cuadratura, e incluso más allá, descubrir que no era ni mucho menos una línea y contar, en distintos planos, una historia de la traducción con sus aristas, sus líneas paralelas, sus caras opuestas y sus elevaciones. Que nadie dijo que la historia tuviera que ser geometría plana.
Frente al papel en blanco, me pregunto qué va a ser este texto: historia de la traducción, historias de la traducción o de cuando la traducción es historia. Pero ya me estoy yendo por las ramas. Hay que escribir sobre la historia de la traducción, es verdad, en su sentido más amplio. Historia de la traducción, sí, pero cuál.
Y dejando abiertas todas las puertas para lo que pueda dar de sí esta sección en el futuro, mi primera colaboración en la Linterna la hago de la mano de mi admirado Julio Cortázar (y los que me conocen saben que no podía ser de otra manera), ahora que se cumple el vigésimo aniversario de su muerte. Y lo que voy a contaros es una reflexión de Cortázar, un convencimiento suyo que, como muchos otros, resulta extraño e inquietante.
Estaba convencido Cortázar, y así lo afirma, de que Edgar Allan Poe y Charles Baudelaire eran un mismo escritor desdoblado en dos personas. Es decir, pensaba Cortázar que Baudelaire era el doble de Poe. Y, hasta donde se pueden dar pruebas de una cosa así, algo de por sí difícil, como el propio Cortázar admitía, al hacer esta afirmación se basaba en varios aspectos de ambos escritores.
Uno de ellos fue la traducción de los cuentos de Poe que hizo Baudelaire. Decía Cortázar que esta traducción era «un tour de force extraordinario, ya que [Baudelaire] no era nada fuerte en inglés y en la época no había diccionarios con modismos norteamericanos».
Aunque esto pueda escapársele a quien no sea traductor, cualquier traductor sabe a qué se refiere. Cortázar era traductor y sabía de qué estaba hablando. El propio Baudelaire llegó a afirmar que hizo estas traducciones tan pacientemente porque Poe se le parecía y dijo: «La primera vez que abrí un libro suyo vi, con espanto y arrebato, no tan sólo temas que yo había soñado, sino FRASES pensadas por mí y escritas por mí veinte años antes». Hasta el punto de que Baudelaire incluso fue acusado de plagio en sus primeras publicaciones.
Sin entrar en un análisis a fondo del plagio (o si las ideas existen en un plano independiente), que nos daría para varios artículos, aunque más de tema filosófico y metafísico que traductoril, lo dicho hasta ahora ya resulta bastante interesante desde el punto de vista de la traducción. Y, sobre las traducciones, llegaba aún más lejos Cortázar, que decía: «Sin embargo Baudelaire, con una intuición maravillosa, jamás falla. Incluso cuando se equivoca en el sentido literal, acierta en el sentido intuitivo; hay como un contacto telepático por encima y por debajo del idioma.»
A estas afirmaciones sobre las traducciones hechas desde el punto de vista de un traductor, Cortázar añade otras basadas en distintos aspectos: la cercanía en el tiempo, la similitud en sus vidas, las mismas obsesiones como escritores, la misma perfección poética e incluso un cierto parecido físico.
Dejando aparte todo esto, resulta llamativo que el propio Cortázar, quien, a diferencia de Baudelaire, sí era traductor conocido y reconocido, de formación y de profesión, gran conocedor de la lengua inglesa (y también de la francesa), afirme que para sus propias traducciones de Poe se sirvió de las de Baudelaire cuando el verdadero sentido del inglés se le escapaba.
Así es que dejo aquí una puerta abierta, de las que siempre nos abre Cortázar, y sirva esta (otra) historia de la traducción, en este número de la Linterna, como pequeño homenaje al maestro.
BIBLIOGRAFÍA
Ernesto González Bermejo, Conversaciones con Cortázar (Fragmentos) http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/cortaz4.htm