Estado actual de la investigación en Traducción Onomástica

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    • Jun 2006
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    Estado actual de la investigación en Traducción Onomástica

    Estado actual de la investigación en Traducción Onomástica

    Parece claro que los nombres propios requieren por su propia naturaleza un tratamiento especial en el campo de la Traductología. Sin embargo, los estudios sobre la traducción de los nombres propios se han realizado tradicionalmente desde la perspectiva de la Onomástica, más que desde la teoría de la traducción.

    Para comenzar a hablar del tema se plantea una fácil pregunta de compleja respuesta: ¿Qué es un nombre propio?

    A lo largo de los siglos, fundamentalmente filósofos y lógicos han intentado definir esta clase de palabras contraponiéndola a la de nombre común. Con la Lingüística Diacrónica y la Gramática Comparada se consolida la Onomástica como disciplina, y los lingüistas comienzan a interesarse especialmente por los aspectos semántico-referenciales del nombre propio (Fernández Leborans 1999, p. 79). En su última edición, el DRAE establece la siguiente definición de nombre propio:

    1. m. Gram. El que, sin tener rasgos semánticos inherentes, se aplica a seres animados o inanimados para designarlos; p. ej., Antonio, Toledo.

    Frente a la de nombre común:

    1. m. Gram. El que se aplica a personas, animales o cosas que pertenecen a una misma clase, especie o familia, significando su naturaleza o sus cualidades; p. ej., naranja es un nombre común, que se aplica a todos los objetos que poseen las propiedades de forma, color, olor, sabor, etc., que distinguen a una naranja de cualquier otra cosa.

    Sin embargo, la propia heterogeneidad del nombre propio hace que no haya una delimitación estricta del mismo como categoría diferenciada del nombre común.

    De esta reflexión sobre su definición surge una segunda cuestión: ¿Tienen los nombres propios un contenido semántico?

    La controversia planteada sobre si los nombres propios poseen un contenido semántico se puede resumir en dos posturas totalmente opuestas. Por un lado, están los que consideran que no tienen significado, no son connotativos, sino que simplemente denotan a los individuos que los designan, los identifican frente a otros. Y en el otro extremo estarían los que defienden la postura de que los nombres propios poseen incluso una semántica más rica que los nombres comunes (Cuéllar Lázaro 2000, pp. 114ss.)

    Esta polémica sobre la semanticidad de los nombres propios es muy importante desde el punto de vista de los Estudios de Traducción, porque para algunos investigadores sólo pueden ser traducidos aquellos nombres semánticamente transparentes, es decir, que únicamente podría hablarse de traducción en el caso de nombres propios con un significado léxico.

    Se plantea en este punto una tercera cuestión: ¿puede hablarse de «traducción» en el caso de nombres propios con un equivalente en otras lenguas, o en el de aquellos que simplemente se transfieren?

    Para algunos teóricos de la traducción, no sólo la traducción lingüística (New York / Nueva York), sino también la adaptación o neutralización (London / Londres) e incluso la transferencia (Carmen / Carmen) son técnicas traslatorias y por lo tanto, en todas ellas puede hablarse de traducción (Moya 2000, pp. 28ss) .

    Para otros, sin embargo, sólo en el caso de que haya una traducción stricto sensu -es decir, si los nombres propios son semánticamente transparentes-, se estaría ante una traducción. Por lo tanto, ni la transferencia -lo que García Yebra denomina «préstamo inadaptado» o extranjerismo-, ni la adaptación -«préstamo naturalizado»- serían procedimientos de traducción propiamente dichos (García Yebra 1989, pp. 335-340).

    Hay un último punto que nos parece relevante en esta reflexión: ¿puede hablarse de tendencias, de modas, en la traducción de los nombres propios?

    Sin lugar a duda, la traducción siempre se ubica en un contexto cultural determinado que no puede ni debe obviarse. De tal manera que, por ejemplo, hace siglos la tendencia era a adaptar los nombres propios de los personajes conocidos. Así nos encontramos con José Verdi, Gustavo Mahler, Juan Sebastián Bach, aunque también Franz Schubert o Johann Strauss, lo que indica la arbitrariedad en los criterios de adaptación. En la actualidad los antropónimos suelen transferirse, e incluso algunos que, por tradición, se adaptaron ahora son dimorfos (unas veces aparecen adaptados, otras transferidos): William o Guillermo Shakespeare, Johann Sebastian o Juan Sebastián Bach. En cuanto a los topónimos, se suelen transferir, a no ser que cuenten con una adaptación o traducción tradicional: Aachen como Aquisgrán, Bodensee como Lago de Constanza. Quizá la tendencia a transferir en lugar de adaptar, en la actualidad, venga en el fondo motivada por el hecho de que la traducción haya pasado de ser un elemento para mostrar las semejanzas culturales a ser un reflejo de la singularidad de la cultura de origen (Moya 2000, pp. 36ss y 180).

    Los actuales trabajos de investigadores como Moya (2000), Franco (2000), Ballard (2001) y Grass (2002) ponen de manifiesto que el estudio de la traducción de los nombres propios despierta un interés creciente dentro del ámbito de la Traductología.

    Carmen Cuéllar Lázaro
    Universidad de Valladolid
    carmen.cuellar@lesp.uva
    محمد لعضمات :lol:
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